Consultoría global para la empresa y el profesional de la industria de la salud

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miércoles, 9 de marzo de 2011

LA FORMACIÓN, ¿INVERSIÓN O GASTO?



Hace algo más de una década se empezó a utilizar una frase en el mundo del Management que hablaba de “La guerra del talento” (Talent war), en la época del gran crecimiento económico, todo el mundo veía con lógica, que el talento era escaso y que muchos proyectos se quedaran sin poder llevarse a cabo no porque no hubiera recursos financieros sino porque no había personas capacitadas para desarrollarlos. Es cuando surge la idea de que no sólo hay que “atraer” el talento sino “retenerlo y desarrollarlo”. Una de las palancas que más ayuda y fomenta la permanencia y el compromiso de los empleados es el de poder crecer profesionalmente y ser capacitados para ello.

Sin embargo, se puede caer en la tentación, dada la situación actual de crisis económica y de desempleo tan elevado, en pensar que éste era un discurso para momentos de expansión económica. Nada más lejos de la realidad, es en las épocas de crisis cuando más necesario es el talento – entendemos talento como capacidades, competencias y habilidades y actitud positiva para utilizarlas en un proyecto empresarial- y que si bajamos la guardia las consecuencias serán todavía más graves. La competitividad y productividad y la supervivencia de los proyectos empresariales se superan mejor en aquellas organizaciones que más y mejor preparadas están para ello.

He defendido hace ya mucho tiempo, que si hay alguna partida presupuestaria que puede pasar en el balance de una empresa de inversión a gasto más rápidamente ésa es la partida de formación, cualquier otra inversión siempre tendrá un valor residual pero una formación inadecuada será inservible y su valor será cero, es más en algunos casos puede llegar a ser negativa.

Se producen en nuestro país algunas circunstancias que cuando menos no dejan de ser relevantes y que seguramente explican algunas situaciones del mercado laboral. A pesar del alto porcentaje de desempleo todavía se quedan anualmente sin cubrir puestos que han oscilado en los últimos años en el entorno de 200.000 a 300.000 empleos. ¿Qué sucede? La oferta y la demanda están en clara asincronía, no hay personas capacitadas para los puestos demandados y sin embargo hay personas con experiencia y capacidades donde no existe demanda. Estoy seguro que en el 2010 la cifra habrá sido mayor dada la caída de sectores como el de la construcción y que se incrementará en este 2.011 salvo que algo muy excepcional lo remedie, que no parece. Al mismo tiempo, nuestras organizaciones no han mejorado en competitividad ni productividad, seguimos en los puestos de cola de los países de la OCDE.

Es evidente que a pesar del esfuerzo formativo que “parece” que las empresas han hecho, apoyadas por la administración, esto no se materializa en la capacitación de nuestro mercado laboral. Sin poder profundizar en las causas, por el espacio de este artículo, a veces algunas iniciativas que surgen con una buena intención pueden con el tiempo volverse en contra. Por poner un ejemplo, nadie podrá negar que el “famoso PER” fue una buena medida para proteger a determinados colectivos, pero convendrán conmigo que hoy se ha vuelto en contra para conseguir que las personas sean activas en la búsqueda de oportunidades profesionales y que las regiones con más desempleo es donde más presente está el PER. Algo así puede estar ocurriendo con las ayudas a la formación, antes tuteladas por el Forcem y ahora por la Fundación Tripartita. La iniciativa es muy loable, ya que se trata de que cada empresa recupere parte de sus cotizaciones realizando cursos de formación. La realidad es que de los más de 2.500 millones de euros que se pueden destinar, un porcentaje muy pequeño que no llega al 20% de empresas lo utilizan, pero esto no es lo peor. Observo cómo las empresas que hacen uso del mismo, lo realizan con un criterio a veces poco eficiente y sin una vinculación real entre la necesidad y la formación impartida. Las organizaciones, en general, no tienen diseñados modelos de evaluación del rendimiento que permiten detectar las carencias y áreas de mejora de los ocupantes de un puesto y las necesidades que en el futuro va a tener la organización, con lo que el primer objetivo de la formación que es la mejora en el puesto de trabajo no se produce, bien es cierto que no es fácil medirlo, pero no es menos cierto, que sin un análisis previo, el resultado será todavía peor.
Por otro lado y para terminar, la sensación de gratuidad que se posee con los cursos subvencionados puede hacer pensar que se trata de un gasto y no de una inversión y hacer perder de vista el objetivo real de la formación que es la mejora de los resultados empresariales. Hay numerosos indicadores que sustentan las bondades de una fuerza de trabajo bien entrenada, no sólo en la mejora de los resultados sino en el acceso a mejores puestos de trabajo y a unas mejores condiciones económicas.

Termino ya con una pregunta para su reflexión, ¿si no existieran los cursos subvencionados cuánta formación haría usted?




                                               Jorge Cagigas Villalba
                                               Socio de Epicteles
Presidente Fundipe
www.toptenhrs.blogspot.com